martes, 21 de mayo de 2013

¡EXPLICAN ELLOS MIS PROBLEMAS CON FACEBOOK! ¡SÍ, TODOS LOS TRES!

Problema 1: “El Patio de Recreo”. Antaño existía algo llamado “Internet”, que era una especie de vasto océano de información, al que uno podía lanzarse y extraviarse entre fotos de gatitos, páginas webs de fabricantes de abocardadoras de caños flexibles y blogs en chino de fetichismo con patas de rana. El “cibernauta”, pomposo término de moda a fines de los ’90, podía rozarse con los rincones más oscuros o incomprensibles del conocimiento humano y salir completamente traumatizado en el intento, o enriquecido tanto espiritual como intelectualmente.

“Facebook”, en cambio, es como un Internet más chiquito. Marcos Zucker, su inventor (a) “El payaso triste”, evidentemente comisionado por la CIA o la masonería o la Liga de Caballeros Templarios, diseñó este programita con un objetivo que parecía semi-inalcanzable: Domesticar Internet. Así, el facebooknauta actual no se “lanza” a nada, sino que le ponen a él cosas en su coso. Es como un Internet con Delivery. Este nuevo individuo va eligiendo a sus delivery boys mediante una mezcla de afecto, afinidad, evaluación de inofensividad y algún Némesis ocasional para darle un poco de sabor (pero no envenenarse demasiado). Némesis que, por cierto, no sirve para enriquecer su mundo con opiniones confrontadas, sino como confirmador por enemistad de sus propias opiniones, como una especie de Alter Ego invertido.

De a poco, entonces, el facebooknauta, ese turista con pretensiones de aventurero internacional, va creando un microcosmos, o auto-diario de Irigoyen, en el que gente que piensa muy parecido a él lo informa de cosas con las que está de acuerdo, carteles con las frases célebres más estúpidas que puedan imaginarse y las infaltables fotos de gatitos. Allí se junta con estos pavotes a dejarse comentarios mutuamente, chistes y ráfagas de algo lejanamente emparentado con el ingenio: Un retroceso tristísimo desde el océano infinito al confortable patio de recreo.

Problema 2: “El Algoritmo de la Estupidez”. Cada quien tiene su propio criterio para juntar a sus “Amigos” de Facebook, y hay tantos criterios como tipos de seres humanos. O sea, dos.

Están quienes son extremadamente selectivos en la consecución de sus amistades e intentan que no superen sus amistades de la vida real, y están quienes juntan amigos como si fueran figuritas; estos últimos se ven enfrentados a un singular problema matemático.

Como bien sabemos, la mayoría de la gente es estúpida. Cuantas más personas entren en contacto con nosotros, entonces más cantidad de personas estúpidas entrarán en nuestra área de influencia. Y a menos que contemos con alguna estafa prefabricada para aprovecharnos de ellos, los estúpidos no suelen ser de gran utilidad. Antes bien, su influencia a través de comentarios y discusiones interminables terminará por bajar entre 10 y 15 puntos nuestro propio coeficiente intelectual.

Podría creerse entonces que una estrategia productiva sería elegir sólo a personas inteligentes. ¿Cómo reconocerlas? Por lo general, no entendemos una puta mierda lo que dicen. Por supuesto, existe la posibilidad de que ellos no nos quieran a nosotros en su muro. Y una vez aceptados, probablemente su compañía cosntante nos haga sentir más estúpidos de lo que somos o ¡peor! TAN estúpidos como somos.

La solución final sería un “mix” adecuado entre gente como nosotros, gente estúpida y gente inteligente. Pero, ¿qué porcentaje de cada cosa necesitamos?

Por eso solicito a esa gente que se dedica a cosas difíciles de números que hagan un algoritmo. ¿No viste que Google y todos esos tipos te arreglan todo con un algoritmo? Bueno, hagan uno y conviértanlo en un botón. ¡Mucha gente pagaría para tenerlo! ¡Sobre todo un montón de amigos míos de Facebook!

Problema 3: “Tiempo Perdido”. Nada, que perdés mucho tiempo. Igual, si no lo perdiera con Facebook lo perdería con otra cosa.

martes, 14 de mayo de 2013

¡CONTESTAN LA PREGUNTA DE LOS CINCO SEGUNDOS DE VIDA!

La clásica pregunta “¿qué harías si te quedara un año de vida?” suele ser el puntapié inicial para que el humano promedio confiese sus fantasías irresueltas: viajes por el mundo, la realización desinteresada de un legado a la humanidad (por ejemplo, una novela sobre robots asesinos que toman pastillas miorrelajantes) o la entrega a aberrantes maratones sexuales con miles y miles de personas de diferentes edades, sexos, texturas y colores (citando a Woody Allen, “aunque ya es difícil conseguir una”).

La misma pregunta, pero compactado el período a un día de vida, suele reducirse únicamente a la temática sexual, aunque hay quien elige -por cansancio o falta de esperanzas- la intoxicación con algún tipo de sustancia (por ejemplo, jamón crudo de pata negra de jabugo).

Más complicada de responder, en cambio, es la pregunta “¿qué harías si te quedan cinco segundos de vida?”. Por ejemplo, si ves un meteorito acercándose hacia vos a una velocidad supersónica. ¿Cómo sacar el máximo provecho, el tuétano, cómo vivir intensamente esos escasos segundos de vida?

Algunas posibilidades:

-Pedirle a alguien que te cuente un chiste que no conozcas, para morir riendo. Tendría que ser un chiste bastante corto, tipo los de “Mamá, mamá”.
El problema: El contador tal vez no quiera pasar sus últimos segundos de existencia contando un chiste que él ya conoce.
La Solución: conseguir un contador con un ego muy delicado, cuya satisfacción pase por el hecho de que le festejen el chiste.

-Conseguir un orgasmo instantáneo
El problema: Sólo apto para practicantes expertos de la masturbación, capaces de alcanzar velocidades récord.
La solución: En lo personal no veo gran dificultad.
El problema 2: Puede ser un poco embarazoso si al final realmente no pasa nada.
La solución 2: Entre la multitud que ve a “Los Tekis”, los pegajosos resultados del orgasmo pueden pasar desapercibidos.

-Escuchar la melodía más hermosa del mundo.
El problema: Habría que saber ejecutarla, o cantarla a la perfección; además requiere una labor de investigación bastante ardua: Hay que encontrar justo justo el pedacito de canción que valga la pena, y ensayarla a lo largo de los años, corriendo el riesgo de que por la repetición misma la melodía nos resulte un bodrio.
La solución: Bajar la exigencia de calidad musical.

-Emborracharse instantáneamente, y recibir el fin de nuestra vida con la bohomía y aceptación que da el alcohol.
El problema: Una borrachera requiere su tiempo.
La solución: Tomarse una pastillita de borrachera instantánea, como la que tragaba por accidente Maxwell Smart.
El Problema 2: Esa cosa no existe. Es una pastillita existente sólo en el reino de la ficción.

-Cargarse al político, empresario, periodista radial o familiar de elección (al grito de “¡Nos veremos en el Infierno!”)
El problema: Hay que andar siempre con un chaleco-bomba o granada (con las posibilidades de detonamiento accidental), y cerca del Némesis en cuestión, por lo que ya desde el vamos hay que vivir aguantándolo al hijo de puta ese. ¡Es peor el remedio que la enfermedad!
La solución: No sé.

-Comer un manjar que pueda ser saboreado y engullido rápidamente. Puede ser un triangulito de Toblerone, o una rodaja de salame tandilero, un fragmento de salmón ahumado.
El problema: Hay que tener la previsión de llevar el producto a mano. O bajo la muela, como hacen los agentes secretos con las pastillas de cianuro. El tema es que sólo puede funcionar con algún producto no perecedero, volviéndose más complicado si el manajr elejido es el salame tandilero, y absolutamente no recomendable en el caso del salmón ahumado.
La solución: Una cita semanal con un dentista de confianza, para renovar periódicamente el producto.

Se escucha brainstorming.