lunes, 21 de marzo de 2016

Coso 123: El “Globito”



Cuando un globo se revienta, provocando el pasmo y llanto de los niños más pequeños y una amarga resignación por parte de los medianos, llega la ayuda de los hermanitos mayores: luego de retorcer despiadadamente una esquina del cadáver del globo sobre sí misma, se materializa un monono “globito sobreviviente”, a la manera de eczema o ampolla del finado. Esta criatura, a diferencia de su cuerpo originario, no puede flotar, patearse ni arrojarse al aire: su única función aparente es ser observado unos instantes y luego reventado otra vez, produciendo una explosión seca y estridente. Su utilidad verdadera es otra: Instruir a las nuevas generaciones acerca del hecho de que el reciclaje es sencillo, noble, posible y completamente inútil.

Coso 122: Falsa Pizarra de “Led” para Bares y Fondas



Entre las maldiciones que continúa ofreciéndonos el posmodernismo está la resignificación de objetos obsoletos mediante tecnologías nuevas. Ejemplos de esta clase de abominaciones son la sesentera lámpara eléctrica con forma de vela derretida, el tocadiscos láser y hasta el proyecto de la máquina de escribir digital. Gracias a la omnipresente tecnología del LED, la vieja pizarra de fonda de barrio donde se ofertan guisos y milanesas a la napolitana contraataca ahora en tugurios chetos, pero con el agregado de un ingenio o máquina que permite iluminar las letras desde atrás, como diciendo “Puedo parecer la pizarra de fonda de tus abuelos, pero en realidad pertenezco a una nueva raza, más insensible, vana y malvada, sirviendo mi poder lumínico de burla o mofa por encima del hombro a los barsuchos obreros donde laboraban mis antecesoras.”

¡Macabro intento infructuoso de cambiar de método!

DESPUÉS DE LO DE QUE ME ASALTARON PADECÍ LA PRIMITIVA REACCIÓN PSICOLÓGICA de que debía “cambiar mi método”. Mi “Taxista Interior” me decía algo como “claro, también yo, siempre en babia, siempre tan confiado, siempre pensando que mayormente no me va a pasar nada”, como buscando en mi conducta cotidiana las razones del luctuoso incidente. Por otro lado mis taxistas (y kiosqueros, mecánicos, jubilados, etc.) exteriores, es decir, buenos vecinos de la vida real me aportaban a modo de consejos acciones como “antes de bajar del auto, yo miro para todos lados”. O guardar el auto en un garaje, o caminar por zonas iluminadas, ese tipo de estrategias demenciales.

Pero al volver la calma descubrí que la lógica dura, fría, racional, ajena a las trampas del sentimentalismo, la lógica propia del universo en que vivimos, un universo vacío, inerte, desolado y muerto que se ríe (con una risa metálica, programada, de robot siniestro) de las relaciones de causalidad humanas, esta lógica implacable me explicaba que en 48 años jamás me habían asaltado en mi vida, y que estadísticamente mi próximo asalto debería tocarme en el año 2064 (cuando probablemente ni siquiera me permitan manejar un vehículo). Así que mi “método” no estaba precisamente “mal”. ¿Por qué tendría que adoptar la estrategia del miedoso, el histérico, el prudente, cuando el del Viva la Virgen me había dado tan buenos resultados?

“Si no está roto, no lo arregle”, dice un refrán oficinesco, y el incidente dista mucho de una rotura. Apenas lo calificaría de pequeña rayadura, de esas que ennoblecen el material al exhibir la supervivencia a traves de las décadas. Pero así actúan los noticieros, los norteamericanos y la gente desgañitada: Se toman del horrible caso particular, del asalto en medio de los millones y millones de casos de no asalto, del accidente en el tobogán entre los miles y miles de niños felices deslizándose, del ministro corrupto entre los resultados de una política gubernamental, y piensan que hay que tomar urgentes medidas en base a este hecho aislado, y piden baja de inimputabilidad y clausuran toboganes y votan gobiernos de ultraderecha.

Me gusta coleccionar síntomas de locura: Uno, por ejemplo, es la búsqueda de señales donde no las hay. Otro, el que acabo de discernir (y pariente del anterior) es el armado de estrategias generales en base a incidentes particulares. Y yo seré cualquier cosa pero no estoy loco. Dispénsenme si sigo con mi método, bajando del auto en babia, pensando en Popeye, o en cómo era la canción esa de Billy Joel o en guiso de lentejas.