miércoles, 8 de octubre de 2014

¡PROPONEN LANZAMIENTO DE “CONFERENCIAS ¡PUM!” COMO SOLUCIÓN A LA IGNORANCIA UNIVERSAL!

¿Cómo se crea un gurú de algo? Entiendo nadie emprende la carrera de gurú “per se”. No está homologada, que yo sepa.

Por lo general son personas que se dedican a una materia determinada: Oftalmología, periodismo, escritura, crochet. Si tiene un mínimo de carisma y cierta facilidad para condensar conceptos complicados en frases coloridas o monólogos humorísitcos, es probable que empiece a ser invitado a magazines de cable como nota de relleno; si tiene éxito, las invitaciones se multiplicarán a radios, programas de aire, canales de Youtube y, en el momento indicado, algún apiolado le sugerirá que escriba un libro sobre su sapiencia; y luego, que por qué en lugar de andar hablando gratis -o a cambio de mandar un chivo- por qué no se dedica a hablar en público (a cambio de un modesto arancel).

En ese momento, ¡KA-BLAMMM!, es que el hombre ha dejado de ser un profesional de la cosa para convertirse en gurú de la misma; ya no tiene tiempo para dedicarse a la “cosa”: su agenda rebalsa de charlas, mesas redondas, exposiciones, firmas de libros, conferencias, reportajes y un variopinto tour a través de diferentes medios de comunicación. Su área de expertitud ya no es, en realidad, la “cosa”, sino “hablar de la cosa hasta por los codos”. Tal vez nunca fue demasiado buen oftalmólogo, periodista, escritor o encrochetador, pero domina a la perfección el arte de envolver a sus oyentes en un flujo de frases hechas, ejemplos graciosos, anécdotas y conceptos petarderos.

A veces, el gurú pretende generar discípulos y continuadores y está muy bien que así sea: Soy el último en pretender cagarle el negocio a nadie. Pero el problema es que sus alumnos, movidos por la admiración y el carisma del sujeto, no se dan cuenta de que están siendo guiados a la carrera equivocada. "¡Todos podemos triunfar en la rama del fileteado porteño; YO soy el ejemplo viviente!", dice el gurú del fileteado porteño. Y allá van, cargados de entusiasmo y pinceles, dispuestos a triunfar en el arte del fileteado porteño hasta llegar a ser tan ricos y famosos como su gurú. Pero, claro, el gurú se ha hecho rico y famoso como gurú, no como fileteador porteño. Sólo que se cuida muy bien de mencionarlo. No necesita más gurús: sólo fileteadores porteños no tan exitosos como él porque, claro, están haciendo algo mal.

Entonces surge un nuevo negocio: el de los workshops, convenciones y simposios. Sostenidos por la febril fantasía de las multinacionales, que esperan que uno de sus empleaduchos invente un nuevo Facebook, Twitter o Rottweiler luego de asistir a una charla sobre "Innovación", brotan como la peste en hoteles y universidades privadas, que dicho sea de paso también se forran. Para rellenar estos aquelarres, necesitamos gurús de esto y lo otro, y si no hay los inventamos. Se inicia una loca carrera para crear gurús de la nada, muchas veces medio verdolagas, pero, ¡qué caramba!, los organizadores de convenciones tienen que comer. Dos o tres slides con frases en tipografía bien grande, uno que otro video gracioso de youtube ejemplificador cada cinco minutos para que la gente no se duerma y un micrófono de esos tipo Britney Spears que queda tan canchero y, si no sos un gurú, le pegás en el palo (porque aclaremos que el gurú de hoy no usa túnica, sino polera negra).

El summum de este fenómeno son las famosas "Conferencias TED": Conferencias de no más de dieciocho minutos, con el tipo parado y canchero como si fuera un stand up, cada una sobre un tema muy muy muy específico, buscando una especificidad casi enfermiza dentro de otra materia también específica. Ya no se trata de ser el gurú del vegetarianismo, sino del vege-habichuelo-tarianismo electrolítico con ruedas. A más especialización, más posibilidades tengo de ser el único gurú de eso. Tal vez no sean temas demasiado enriquecedores y olvidemos de qué se trataba a los cinco minutos, pero mientras tanto, ¡cuanta iluminación!

Fíjense cómo hemos progresado: el gurú de antes, el de la túnica, la barba y el estofado de perro (perón, ese es Demis Roussos) te iluminaba en una generalidad de cosas de la vida y el Universo, pero a veces tenías que estar atrás de él, con el pelo rapado y lavándole la ropa gratis durante treinta años para que declarara mimimamente iluminado; hoy, en una jornada de ocho horas, a razón de 18 minutos por gurú (con toda la furia, porque algunos entienden que de lo bueno poco y se largan a los 7 minutos), recibís unas 26 iluminaciones por día.

Sospecho que en alguna Universidad de Massachussets algún cráneo estará creando las "Conferencias ¡PUM!", charlas de treinta segundos donde miles y miles de conferencistas subirán al escenario uno atrás de otro (colgados de un gancho), emitirán sus saberes hablando más rápido que un rematador, desesperados porque el gancho se los lleva fuera del escenario antes de que hayan terminado las preliminares, mientras ¡PUM! ya está entrando el siguiente gurú/experto/conferencista gesticulando como un enajenado, borboteando sobre otro tema completamente diferente y de una especificidad incomprensible.

Y en algún momento habrá más tipos explicando cómo se hace la “cosa” que tipos que ejecuten la cosa en sí: El típico caso de demasiados gurúes y pocos discípulos. Será el momento de que los espectadores pasivos nos frotemos las manos y empecemos a cobrar, porque vamos a ser perlas en el océano.