domingo, 30 de noviembre de 2014

Coso 101: Correa Corporativa



No es la Correa Corporativa la más peligrosa ni la más inofensiva de las trampas que nos tiende el Sistema Capitalista para esclavizarnos e identificarnos (tal como el vaquero marca al rojo al ganado), ni para conducirnos a que lo hagamos nosotros mismos alegremente; las redes sociales son en este sentido las armas de dominación más sofisticadas que mente alguna hubiera imaginado. Pero la Correa Corporativa (tanto como símbolo de canino sometimiento como instrumento concreto para invadir nuestro propio cuerpo humano con las etiquetas y sellos de la Empresa) es un elemento cada vez más omnipresente en nuestras vidas.

Nacida como el sostenedor de la credencial identificatoria que nos permite corretear por convenciones, cursos y otros espacios de adiestramiento, informándole a todo el mundo nuestro nombre y apellido, lugar de trabajo y poco falta para que se incluyan allí nuestras claves bancarias y fetiches sexuales, pronto se ha hecho presente en tarjetas magnéticas de entrada, llaves de máquina de café y pendrives. Si la idea fuera que nos colgáramos del cuello todos los objetos que penden de las diferentes correas que nos encajan, terminaríamos con serios problemas en las cervicales. Pero pocos son los que realmente se las cuelgan, prefiriendo acumularlas en diferentes espacios de almacenamiento (bolsillos, bolsos, cajones), donde terminan formando siniestros ovillos negros.

Pero siguen estando allí: La idea, creo yo, es que funcionen como recordatorio mafioso de quién es nuestro Amo y Señor, o como sugerencia velada de que, si queremos fugarnos de la opresión, siempre tenemos la opción de unir una correa con otra y ahorcarnos.

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