jueves, 23 de enero de 2014

¡MACABRA REFLEXIÓN SOBRE LA POBREZA DE LAS EMOCIONES HUMANAS!

MAL QUE LES PESE A LOS PREGONEROS DE LA COMPLEJIDAD DE LA MENTE HUMANA, a la final emociones debe haber dos o tres. Cuatro con toda la furia. Alegría, ponele, Enojo, ponele. Capaz que Tristeza. El resto son leves variaciones. Ejemplo. “Celos” es variante del Enojo. “Amor” es variante de la alegría. “Ironía Amarga con dejos de Escepticismo” es una variante levemente retorcida de la Tristeza.

Y el ejército de emociones o sub-emociones con las que nos hacemos interesantes frente al psicólogo, en realidad son el mismo tipo con varios disfraces. Lo que llamamos “Indignación” está hecho de la misma materia prima, ruidos bucales y frases hirientes que “Tener hambre y que tarde el delivery”; Eso que llamamos “Furia Homicida”, en realidad no se diferencia mucho de “Tener ganas de mear”.

En el caso que nos ocupa, he descubierto que una emoción conocida por todos nosotros como “Impaciencia” es exactamente lo mismo que “Calor”. A lo largo de estos infernales días fue imposible sencillamente existir sin esa permanente sensación de impaciencia, de inoportunidad, de que tendríamos que estar en otro lado. Pero resulta que no hay otro lado. No es que estoy llegando tarde al dentista o a firmar un contrato de alquiler; no, no estoy llegando tarde a ningún lado, no tengo nada especial que hacer, pero me quiero ir de acá lo antes posible, sea “acá” donde fuere. Es una especie de una urgencia artificial permanente, que sólo desaparece ante la contundencia del aire acondicionado. El “lugar con aire acondicionado”, independientemente de su naturaleza, pasa a ser “el lugar en donde tenía que estar”

Distinto es el caso del frío: el frío no nos enoja. Nos pone melancólicos, tristes. El frío lleva implícita una sensación de derrota. Por eso la gente se entristece con los huerfanitos bajo la nieve, mientras que el niño famélico de África más bien dispara furia o indignación, pero en algún lugar recóndito y bastante pelotudo del cerebro, una señora gorda interior celebra que “por lo menos no tiene frío”.

Calor e Impaciencia, entonces, son exactamente el mismo animal, y sufrir impaciencia en forma permanente debe ser uno de los peores tormentos psicológicos imaginables; por eso es que el Creador, en su Infinita Sabiduría, diseñó un Infierno caluroso: se suma a los tormentos infernales propiamente dichos, el eterno suplicio, sin alivio ni esperanzas de terminación, de “Querer estar en otro lado lo antes posible”.

Y después hay gente que dice que hablar del clima es aburrido.