domingo, 21 de septiembre de 2014

Coso 99: Lanzador de agua con Forma de Jeringa Gigante



Cada tanto una oleada psicopedagogiprogresista se lleva por delante los los llamados “juguetes bélicos”, y revólveres, ametralladoras y lanzagranadas de plástico deben retirarse del mercado, obstaculizando el crecimiento de la economía y el libre comercio. Los fabricantes de juguetes se ven entonces obligados a practicar el arte del camouflage, ocultando ingeniosamente la simbología homicida de estos objetos tras lanzarrayos de Star Wars o espadas de pirata. Hay un rubro muy específico, sin embargo, que ha quedado siempre fuera de los ataques de las Ligas de Madres de Familia: El de los juguetes de agresión acuática, tal vez porque la ausencia de simulación (el daño que producen es real y no representado) no sean exactamente "juguetes", sino lisa y llanamente "armas"; O quizás por lanzarse a la venta durante los meses en que los gremios represores están con la guardia baja, es que pistolas de agua de todos los tamaños (e incluso lanzadores con bombonas ovaladas que cubren un nicho no muy diferente al de una ametralladora) es que este género en particular ha sobrevivido sin mayores problemas.

El paso siguiente era inevitable: que viendo la zona liberada y sin moros en la costa, un Alistair Crowley de la juguetería, diabólico y anarquista, dispuesto a sembrar el Vicio y el Caos y a terminar con la Moral Burguesa, decidiera insertar en el mercado una jeringa gigante, iniciando a los niños en la familiaridad con el mundo de la drogadependencia.

miércoles, 17 de septiembre de 2014

¡DETERMINAN LOS CINCO TIPOS DE AVERÍAS IRREPARABLES, ES DECIR, TODAS!

Seguramente usted, un día, quiere que le arreglen algo. Antes de continuar, permítame un “interemezzo”: ¡Ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja,ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja,ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja,ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja,ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja,ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja!

¡Sí, ja, ja,ja, ja, porque usted, iluso, desavisado, lampiño usted, parece no entender así choque su cráneo diez veces contra el mismo adoquín, que habitamos un Universo donde el Caos es el oden natural y la avería es la regla! ¡Los hombres mueren, los sanos enferman, los continentes derivan y colisonan, las partículas elementales se desarman espontáneamente como juguetes chinos en las manos de un niño, y usted, sin embargo, pretencioso arrogante hijo único de qué te las das usted, reclama desubicadamente que le arreglen el radiador del auto! ¡Como si eso fuera posible! ¡Como si toda intención de arreglamiento no decantara inevitablemente en, por ejemplo:

La avería “ACATÁAAA”: Se trata de una avería o desperfecto (por ejemplo, el auto hace como un “tiki tiki tiki”) que, luego de llevado al especialista de rigor, vuelve prístino y virginal a su deslizamiento silencioso de nave de magnetos habitual (o a su sonido de catramina desechable, pero el habitual, sin “tiki tiki tiki”)… Por unas horas. El feo hocico renegrido de Aquello que No Debería Estar Allí vuelve a asomarse a los pocos rounds, produciendo el insulto escupido por lo bajo contra el deshonesto mercader de la llave inglesa. Pero a las pocas horas, o minutos, o al día siguiente, cuando hemos tomado la firme decisión de atravesar con el coche la cortina metálica del mecánico, el “tiki tiki tiki” desaparece otra vez. Entendemos que el desperfecto, sencillamente, había manifestado su Último Estertor. Y con el alma de vuelta en el cuerpo, mientras rumbeamos a nuestra dirección habitual, el Indeseable contraataca. Y así, la avería asoma y desaparece, un día sí, un día no, jugando con nosotros un diabólico juego mecánico del “Whack-a-mole”, despertando el Super Yo que nos insta a llevar nuestra queja a Don Sosa, para luego esconderse nuevamente y tentarnos con el bienestar de la Negación, hasta que un día, claro, cuando el período de reclamo ha caducado, se instala nuevamente y para siempre.

La Avería “MACONDO”: El especialista, un especialista campechano, re gaucho, nada carero, muy muy macanudo, realiza un arreglo que le permite a la Máquina seguir en funciones, sin necesidad de pedir el firulzio a la casa Central de Chilecito, que tardan un montón y cuesta una fortuna. Y el desperfecto no desaparece, pero convive con nosotros medio atontado. Hace “tiki tiki tiki”, pero muuuucho más bajito. Y no jode demasiado, ¿eh?, no jode demasiado. Se trata de la reparación de los adeptos a la medianía de la tolerancia, de aquellos que practican la convivencia pacífica con los crímenes sin víctima, o con una víctima resistente. Un Amsterdam de las reparaciones, o tal vez un Colonia Vela de las reparaciones, un mundo donde el preso del pueblo es un personaje querido, y los pequeños actos de corrupción de los funcionarios se limitan a pedir un lechón o un favor sexual de la envejecida prostituta de la plaza: un estado de cosas que horroriza a los amantes de la perfección y de cómo se hacen las cosas en Alemania, pero que podría verse como un ejemplo de la paz social tribal, de un mundo pequeño y amigable y cálido y qué macanudo el mecánico cómo me arregló las cosas sin demasiado quilombo hasta que, páfate, el parche cede, la avería se extiende como un cáncer y ahí tengo que recambiar no un firulzio sino media docena. ¡Pero mientras tanto, qué paz, amigos, qué paz!

La Avería “TERMINATOR”: Esta vez, el mecánico ha decidido hacer las cosas bien, cambió firulzios, totoloches y rezampanizó el tribulio, por las dudas. No hay lugar para una nueva avería, quedate tranqui que por cinco años no lo tenés que tocar de nuevo. “Corte Gilligan” a las 24 horas posteriores, con el coche escupiendo “tiki tiki tikis” como si de un cubilete con ruedas se tratase. El mecánico, con la actitud casi ofendida de un prohombre engañado en su buena fe, fulina al aparato con la mirada y vuelve a encarar la reparación, a todo o nada, y cambia fondorios, garganiza el Tripón de Proa, y por las dudas le corbata un totoloche más nuevo todavía. Esta vez el “estado de reparación” dura unas seis horas y monedas. Y esta vez, como es un hombre honesto, el mecánico no permite que le llevemos el auto de nuevo, ya que ya ha dado todo lo que tenía para ofrecer. Nos devolvería la plata, pero nos explica que ya se la gastó.

Comienza un periplo por toda clase de especialistas y taumaturgos, Veteranos del Arreglo, Campeones del Bricolage, Paladines de la Bujía, recomendados por diferentes semi-conocidos y semi-familiares. Cada uno ofrece un diagnóstico diferente y unos esbozos de tarifa que van en aumento geométrico, salpicados con variaciones anómalas en lo que hace a tiempos, ubicaciones geográficas y particularidades de personalidad. Una y otra vez, la avería va dejando un tendal de profesionales, que o bien se rinden (luego de envejecer diez años en quince días) o bien niegan en nuestra cara la persistencia de la avería, con explicaciones que van del galimatías incomprensible a la llana fábula. “Terminator”, por supuesto, continúa allí PARA SIEMPRE, aunque intermediado por breves períodos de arreglamiento por un nuevo especialista. ¿Desea ud. un consejo? Disfrútelos.

Nota: Este fenómeno se usa mucho en el tema calefones. Si escucha las palabras “termocupla” o “electroválvula”, sepa que está en problemas gravísimos.

La avería “CONCEPTUAL”: Es, sencillamente, la avería que se trasmuta en otra. El mecánico arregla el “tiki tiki tiki”, pero al hacerlo, desacomoda algo en el equilibrio del Universo, y entonces el auto empieza a hacer “broco broco broco”. O pierde agua el bidón, o se parte el burro de arranque, o se trula el condensador de flujo. Técnicamente, el especialista arregló el cosito, pero, también técnicamente, en la Gran Arquitectura de las Cosas, no arregló un carajo, porque sigue existiendo una avería. Es como si la avería de su auto fuera algo más conceptual que particular. No importa tanto la avería en sí, como que el artefacto mantenga un número estable de averías. Y eso si tiene suerte, porque lo normal, en este Universo donde el Caos etc. etc. etc. es que las averías se acumulen y multipliquen y pueblen la Tierra. ¿Tiene una sola avería? ¡Ahhhhh bueeee, qué Duque!!! El único problema que le veo a este fenómeno es que el mecánico te cobra por avería particular, no por avería conceptual, así que si ud. le va con “Don Girólamo, se lo traigo de nuevo porque la avería conceptual sigue y ahora en lugar de tener la dirección floja pierde aceite, esto no me lo cobra, ¿no?” es muy probable que se muestre del todo de acuerdo. Viste cómo es esta gente.

La Avería “POSTRAUMÁTICA”: A veces algún especialista da con la clave de una “Terminator” y, suenen trompetas, efectivamente la arregla. Sí. El “Tiki tiki tiki”, fetivamete, no está más. O eso parece. Daría la impresión de que no. No sé. Qué se yo. Porque pasan los días y el sonido o la percepción del desperfecto resuenan en su cabeza, o en la forma que se mueve el volante, o en cierta calidad desprolija de cómo hace el motor, o la electrovávula, o el color violeta del monitor o la lentitud (difícil de precisar) del procesador. O sea, anda mejor que antes, pero no anda del todo bien, no me acuerdo cómo andaba antes, pero creo que no era así o no debería o debiese andar así y si debiese andar así es una REVERENDA CAGAAADAAAA. Pero no, me parece, me parece nada más. ¿Ahí? ¿Escuchaste eso? Ud. buscará consenso en seres queridos o desconocidos, a horas intempestivas y en lugares impensados, porque luego de haberlo pasado tan mal con la perenne avería, tiembla, sueña y se derrumba con la idea de su regreso. Es más una “sensación” de avería que una avería en sí, pero por otra parte, no sé. Me parece que no es así. O debería andar así esto. Algo pasa, che, algo pasa.

Nota: No lo quiero alarmar, pero existe la posibilidad, algo inquietante, de que esta sea una variante de la “Avería Conceptual”, y que en este caso, la avería se haya trasladado a su cabeza. Lo lamento.

jueves, 11 de septiembre de 2014

Coso 98: Piecita Genérica de Juguete de Huevo Kinder



El Huevo Kinder tuvo su momento de gloria en los 90 y los dosmiles, siendo reemplazado por… Bien, no tengo idea de por qué diantres ha sido reemplazado, si es que lo ha sido. El caso es que no hay casa habitada por niños que no tenga una o varias de estas piezas dando vueltas, ora en el piso de la sala, en el rincón de una mesa, bajo el sofá o en nuestro plato de ravioles. Puede ser un bracito, o una suerte de arandela, de eje de carricoche o agarradera de otra pieza más vistosa. Separada de su composición total (de la que se despide entre 24 y 72 hs. luego del primer armado del juguete), es difícil determinar su función original. Lo que sí sabemos es que es un residuo de huevo Kinder, y que ya forma parte de nuestra basura habitual, junto a migas, pelusas o los trocitos microscópicos de piel de los que se alimentan nuestros ácaros domésticos.

sábado, 6 de septiembre de 2014

Coso 97: Naricero para Anteojos de Borde Metálico



El Naricero, aún presente en algunos diseños de anteojos de borde metálico es un caso paradigmático de “aquello que aprecias cuando lo pierdes”, emparentándolo con el Amor, el Papel Higiénico y la Juventud. Cuando algún accidente lo desprende de ese pequeño bracito metálico soldado al cuerpo del anteojo, no lo extrañamos sólo por su ausencia, por haber perdido algo hermoso, querido o útil: Su ausencia se nos hace mucho más patente, diríamos dolorosa (físicamente hablando) en la punción del antedicho bracito que, desnudo y sin rienda alguna, se dedica a hurgar y carcomer la carne de nuestra nariz superior, con la firme intención de horadar despiadadamente hasta el tabique; entonces recuperamos el naricero o conseguimos uno similar, y éste tiene una conducta bastante perversa: sin pincharnos, continúa presionando sobre la llaga producida, como para recordarnos que nunca debimos descuidarlo, como una ex esposa despechada que ha regresado sólo para convertir nuestra vida en un infierno. Buen momento para pensar en la cirugía o los lentes de contacto.