viernes, 29 de enero de 2016

Coso 121: Aborto de Pochoclo



Entre los sensuales placeres del económicamente disminuido, el de fabricar el propio pochoclo casero para ser disfrutado viendo algún producto televisivo bajado en forma ilegal es tal vez uno de los más eficientes y al alcance de todos. Con el socorro de un poco de maíz pisingallo, una olla tapada y algo de aceite, podemos levantarle el dedo medio a los cantos de sirena de los cada vez más inaccesibles multicines; pero desde luego, quien nos ocupa no es el pochoclo sano, genéticamente superior, blanco y pletórico, sino aquel que producto de una explosión semiabortada nos acecha escondido en el puñado que nos llevamos a la boca. Y que, ebrio de resentimiento y venganza, no tiene otra misión en la vida que partirnos una muela arteramente.

Coso 120: El “Plaka Pliki”



Mil veces maldito sea el creador de este antiguo juguete, que no tuvo el buen tino de ponerle un nombre como “trompo”, “balero” o "dinosaurio de plástico", pero es el deber de esta enciclopedia designarlo de alguna manera. Mediante un misterioso sistema de cintas de raso que se entrecruzan a ambos lados de una serie de piezas de madera, éstas caen una y otra vez sobre sí mismas (provocando el ruido que designa provisoriamente al juguete), desafiando la lógica e incluso las leyes de la topología. “¿Qué está ocuriendo aquí? ¿Acaso esa última placa se materializó desde la cuarta dimensión? ¿Qué diabólicas fuerzas dan vida a este infernal artefacto? ¿Y por qué mis padres –que deberían velar por la seguridad de mi Alma- me dejan a solas con él, tentándome a entablar negociaciones con el Maligno? ¿Acaso debo matarlos para acabar con los espíritus oscuros que han tomado posesión de sus cuerpos, y debo hacerlo ahora, con este cuchillo que he escondido bajo el colchón desde hace un par de meses esperando el disparador adecuado y justo?”, son preguntas que se hace todo niño expuesto al encanto del “Plaka Pliki”.