domingo, 3 de abril de 2011

¿ES MUCHO PEDIR VER MISIÓN IMPOSIBLE PERO SIN TOM CRUISE Y BATMAN 3 SIN JIM CARREY?

Todo viene con un accesorio que uno no quiere. Uno quiere un medio de transporte veloz, confortable y que haga un ruido que inspire respeto (y un poco de miedo), pero viene acompañado de un tanque de nafta que consume la mitad de nuestras ganancias, la obligación de "estacionar" (me pregunto cuándo acabaremos con esta práctica primitiva) y de viajes no solicitados al taller mecánico. Uno quiere una vivienda digna, pero viene acompañado de pago de impuestos, cosas que arreglar y puertas que atravesar. Uno quiere amigos, parientes y relaciones de pareja, pero vienen acompañados de peleas, crisis y penosos desacuerdos sobre si en los cines se debería habilitar la posibilidad de comer una cena completa con una bandejita o no, con lo agradable y acogedor que resultaría este proyecto.

Uno quiere vivir la vida a pleno, pero esto viene acompañado de dolor, decepciones, desengaños, períodos cíclicos de miseria, averías, retrasos, funcionarios, resacas, clases de gimnasia, niños de la propaganda de Serenito, Barney el dinosaurio, gente que llama a la radio diciendo "esto no da para más" o "hasta cuándo, señor Hanglin", dolor de cabeza, cefalea, jaqueca, migraña, mareos, impotencia y eventualmente muerte.

Uno quiere cosas agradables, pero no esas pequeñas cosas desagradables que las acompañan. Y, sintonizando mi exclusivo sistema de "Amargo-Visión", muchas veces uno quisiera las pequeñísimas cosas agradables que acompañan, como afónicos aderezos imperceptibles, a las grandes masas de desagrabilidad que conforman nuestra experiencia.

Por lo menos, el libre mercado podría consolarnos vendiéndonos sueltas las siguientes cosas:

-Juguito del bife.
-Caracú envasado (para untar).
-Cremita de las Rumba.
-Crema pastelera.
-Juguito que resta del aderezo de la ensalada (como estimulante legal).
-Corteza exterior de la pizza.
-Corteza de pan bien crocante, sin la miga.
-Miga de pan bien esponjosa, sin la corteza.
-La papa, la arveja y la mayonesa de la ensalada rusa, sin el resto de la ensalada rusa.
-Pedacitos de grasa del salmín picado grueso (en envase plástico transparente, tipo Tic Tacs)
-Cascarita de la milanesa.
-Cuerito de pollo al horno, levemente tostado.
-Chiste del chicle Bazooka, sin el chicle.
-La parte esa que hablan Christopher Walken y Dennis Hopper, sin el resto de la película "Escape Salvaje" (que no estaba mal, pero esa parte era la mejor).

Ni siquiera pido un "Packaging" especial: 500 gramos de caracú, en un envase de plástico sin etiqueta ni tapa de vivos colores alcanzarían para hacerme feliz. Y no me vengan con que muchas de estas cosas no se conservarían en buen estado mucho tiempo. Vivimos en la época de los alimentos transgénicos, la criogenia, el benzoato de sodio y el ácido ascórbico, sustancias y técnicas que deberían permitirnos a todos tirar nuestras heladeras a la basura. ¡Y ya que las cosas extrañas y misteriosas que consumimos a diario derivarán indefectiblemente en mutaciones genéticas (que no necesariamente nos otorgarán superpoderes; ya me he instruido sobre el tema) y enfermedades latentes, aunque sea quisiera poder ir a cualquier maxikiosco y pedir un paquete chico de "Desollines" -la marca líder en cueritos de pollo al spiedo- para amenizar mi viaje en colectivo con algo un poco menos antiséptico que una frígida pastilla de menta!

(6 de mayo de 2004)

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