sábado, 23 de abril de 2011

¡ME DOY CUENTA DE QUE ESE TIPO NO ES PERÓN CON UNA MANO ATADA A LA ESPALDA!

Hace unos días tuve la ocurrencia de ir a ver la película "Ay, Juancito!". Les ahorraré mi evaluación sobre la película ya que lo último que necesita este planeta es otro autoproclamado crítico cinematográfico.

En cambio, considero necesario reflexionar sobre la elección de Jorge Marrale en el rol de Juan Domingo Perón.

Independientemente de que sea un buen actor y un excelente ser humano lo primero que se dispara es el escaso parecido físico entre él y el Primer Ttabajador. Pero esta parece ser una constante entre los castings confeccionados para interpretar al general. Hagamos un rápido repaso: Johnatan Pryce (en "Evita", en la foto), Víctor Laplace (en "Eva Perón") y James Farentino (en una película muy ridícula con Faye Dunaway). Pareciera que el método para elegir a estos intérpretes fuera hacer una lista de las personas menos parecidas a Perón del mundo y, entre ellas, elegir a quienes están al final de la lista (ordenándolos en orden descendente en cuanto a similitud). ¿Por qué no a Diego Capusotto, a Tomás Fonzi o Danny de Vito? Los resultados no serían menos desconcertantes.

Pareciera que los directores de cine quisieran jugar a ser Dios: “¡Miren! ¡Soy un narrador tan subyugante que no importa que los personajes no tengan el menor physique du rol! ¡Vean cómo manipulo las conciencias de los espectadores hasta convencerlos de que este italiano rubio con voz de psicoanalista es un curtido líder político de los años cincuenta!” Podemos escuchar otras fanfarronerías por el estilo: “¡Miren, voy a hacerles creer que este alfeñique sin mentón es un aterrador super héroe gótico!” (Tim Burton en “Batman”) O bien “¡Miren cómo logro convertir a este pomposo sir inglés con cara de bebé adulto en un libidinoso, narigón y calvo pintor español (quien sea que haya dirigido “Sobreviviendo a Picasso”)!” Podemos coronar esta triste copa Melba con la inconcebible Betty obesa de “Los Picapiedras”.

Estos autores parecieran creer que la famosa “suspensión de la incredulidad” necesaria para disfrutar de una ficción es un trabajo que debe realizar el espectador, obligándolo a esfuerzos titánicos para adaptar la cara de ese personaje histórico a la de un actor que ya hemos visto docenas de veces haciendo de estafador o padre de familia. ¡Una portentosa labor de imaginación que el cinéfilo medio podría utilizar para escribir -como mínimo- doce o quince novelas de fantasía heroica con unicornios que hablan y hechiceras de siete cabezas!

¡Es obvio que el camino debería ser inverso! ¡Primero hay que encontrar al actor parecido a determinado personaje y DESPUéS construir el proyecto a su alrededor! Por ejemplo: Yo tengo un compañero de trabajo muy parecido a Miguel del Sel (aunque luego de las primeras treinta o cuarenta veces que se lo he señalado ya no le causa mucha gracia y hasta se ha mostrado algo violento). Así que ya sé que el “docudrama” contando la vida de este comediante es perfectamente viable: Sus comienzos en Santa Fe (ciudad que habría que reconstruir en estudio, para no tener que ir hasta allá); sus éxitos; su separación de los Midachi; su reunión con los Midachi; su separación de los Midachi; su reunión con los Midachi; repetir esto las veces que sea necesario. ¡Basta de castings estrafalarios! ¡Exijamos actores parecidos a los personajes que interpretan, o por lo menos la incorporación digital de un CARTELITO que lo siga durante toda la película y que aclare “este es Perón”, para no tener que estar acordándose a cada rato! ¡Y sobre todo recordémosle a los realizadores cinematográficos que además de ser el séptimo arte, algo más grande que la vida misma, tralalá, tralalá, y todas esas cosas que les gusta pensar de su labor, el cine es algo que ha sido pensado para gente que TIENE OJOS!

(29 de junio de 2004)

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