sábado, 9 de abril de 2011

¿YA SE TERMINÓ LA ANTINOMIA CORIA – GAUDIO O TODAVíA PUEDO OPINAR?

A pesar de NO TENER IDEA de tenis y de ningún deporte en general, permítaseme opinar también sobre Roland Garros y, con toda humildad, a convertirme en juez, jurado y verdugo de los protagonistas y sus hechos. Lo que allí vimos no es sino un capítulo más de la Gran Tragicomedia Humana: Pasiones, enemistad, nobleza, heroísmo y miseria, enmarcado en ese pintoresco escenario de polvo de ladrillo y geranios.

Y sobre todo, una muestra de la arbitrariedad con que manejamos nuestros afectos y preferencias: efectivamente, cuando no quedaban motivos demasiado sólidos para alentar a uno u otro contrincante, ya que los dos eran argentinos, ambos una edad similar, lo mismo que su tipo físico y extracción social, empezaron a agitarse los arquetipos melodramáticos más tradicionales, y este partido pasó a ser un round más de la eterna lucha del Bien contra el Mal.

Así, Gaudio era el muchachito que las tenía todas contra sí, el pobre desgraciado, el huerfanito que fue a Francia solo con su alma. Coria era el antipático, el atleta poderoso, el calentón de mirada torva a quien sólo le interesa ganar. Algo así como el final de "Karate Kid".

Y efectivamente, cuando Coria perdió, muchos hinchas de Gaudio siguieron criticándole al primero su falta de alegría sin límites por haber salido segundo, que al parecer es una gran cosa. El insostenible argumento de estas personas consiste en que debería haber propalado un conmovedor discurso sobre lo positivo que era esto para nuestro país, para luego abrazar llorando a su rival, en lugar de las dignas aunque ligeramente secas palabras que consiguió emitir. Pareciera que estas personas no tienen la menor idea acerca de la naturaleza humana.

En cuanto a los hinchas de Coria, creemos que debería darle un verdadero vuelco a su carrera. Quienes alguna vez lo vimos arrojarle una raqueta a una persona luego de haber perdido un tanto, nos sentimos ligeramente defraudados cuando pidió disculpas. No, no. ¡Pésima elección! Existe un largo folklore de tenistas calentones que el inconsciente colectivo recuerda con cariño y debería ser continuado. Es evidente que la popularización del tenis se debió a la tarea nunca reconocida de cabrones como Ilie Nastase, Jimmy Connors y John MacEnroe, que con sus exabruptos nos hacían pensar que este deporte de aristócratas ingleses podía ser jugado por gente de carne y hueso, de carácter latino, con sangre en las venas, que ante la imposibilidad de quebrar de una patada al rival podían, por lo menos, proferir los insultos más coloridos y discutir cada punto como si se tratara de una cuestión de vida o muerte.

Qué no hubiéramos dado porque Coria, en lugar de reconocer las virtudes de su rival, hubiera comenzado por explicar que el niÑo bonito de Gaudio ganó por pura suerte; que él era el vencedor moral y que lo desafiaba a jugar de nuevo, pero no el año que viene, sino maÑana, los dos solos, sin réferi ni público francés comprado, en cualquier cancha oscura y sin red. Y ya que estamos, sin raqueta ni pelota, sino con los puños, si es que se animaba, y si no, eso no hacía más que demostrar lo pésimo tenista y ser humano que era; luego, hubiera estado bueno que tratara de quitarle la copa, mientras gritaba que era suya por derecho propio, que si quería podía quedarse con la bandeja que le dieron a él, que ya tenía suficientes bandejas en su casa, gracias; no habría estado de más que le diera un empujón a Vilas mientras lo desafiaba a que se jugara, que dijera de qué lado estaba, y luego que se tirara al piso simulando un ataque de epilepsia y aprovechando el desconcierto le mordiera la pierna a Gaudio y tuvieran que sacarlo de la cancha entre varios mientras chillaba y repartía patadas.

¿Se atreverá Coria a llenar el exigente papel de tenista malcriado? Los que consideramos que ESO es un verdadero espectáculo deportivo (y que no toleramos estar siguiendo la limitada trayectoria de una pelota durante horas) creemos que tal vez estaría muy mal visto, pero seguiríamos hablando del tema durante toda la semana, en vez de verlo languidecer como ya está ocurriendo.

(8 de junio de 2004)

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