Pocas cosas son tan engañosas y traicioneras como el termo de interior de vidrio. Convenientemente enfundado en una carcaza hecha del más noble y confiable de los materiales (el plástico), este estúpido objeto nos da la impresión de ser indestructible. Sin embargo, basta una caída de nada para que su interior se quiebre en mil pedazos de vidrio delgadísimo, afilado y mortal, que a la vez, por la propia funcionalidad del termo, está mezclado con agua, lo que hace que el reglamentario barrido de vidrio roto con palita improvisada de papel de diario se convierta en una pesadilla de papel húmedo e inmundo. El delgadísimo vidrio, además, presenta una resistencia a nivel atómica a ser barrido; El cepillo del escobillón no logra la suficiente impregnabilidad, por lo cual hay que ejercer mayor presión, mojando y ensuciando más el escobillón e inhabilitándolo para otras utilidades.
La rotura del termo se produce siempre en la peor de las oportunidades, es decir, cuando estamos por relajarnos o a emprender una tarea tranquila, posibilidades ambas debidas a los paradójicos efectos estimulantes / apoltronantes de la yerba mate. Pocas cosas nos descorazonan tanto como tener que postergar ese momento para iniciar la pesadillesca tarea de limpieza antes descripta.
El termo, además, por su forma longilínea y anti-antisísmica, está diseñado para ser tirado, empujado, golpeado o llevado por delante por las zonas más desconcertantes del cuerpo humano. A ningún fabricante de termos, debido a su perversidad innata, se le ha ocurrido darle un mayor peso en la base, o incorporarle algún artilugio antigravitatorio por medio de giróscopos o electromagnetismo. La rapacidad de estos inescrupulosos comerciantes, ávidos de que uno compre una y otra vez el mismo artículo, los impulsa a fabricar termos cada vez más desequilibrados, asimétricos, más sencillos de volcar y destruir. Por si fuera poco, parece que el sonido propio de la rotura del termo emite unas señales inaudibles que desatan las hormonas encargadas de "hacernos sentir como estúpidos".
El termo es perverso, imbécil, feo, tosco y malvado. Podría, aunque más no fuera, traer incorporado (al estilo de las advertencias para los fumadores) un cartelito que diga "Este objeto ha sido diseñado para romperse al más grácil contacto. Trátelo como a una delicada princesita tuberculosa si no quiere desatar sobre su cabeza la plaga y el infortunio, y por lo que más quiera no le dé la espalda o sentirá la sangrienta puñalada que su inanimada psicopatía natural está sedienta de asestarle".
Propongo la prohibición del termo, o la quema en plaza pública de todos los termos existentes, así como el aumento de penas, persecución ideológica y baja de la edad de la imputabilidad a tres años para posibles fabricantes juveniles de termos.
(Escrito cinco minutos después de romperse mi propio termo y lanzar palabrotas, babear y pegar patadas contra el piso. Originalmente iba a escribir alguna tontería sobre los videoclubes y el socialismo, pero creo que ya me olvidé de qué se trataba)
(14 de junio de 2004)
No hay comentarios:
Publicar un comentario