jueves, 7 de abril de 2011

¡EXTENSIÓN DE “PALERMO HOLLYWOOD” A TODO EL TERRITORIO DE LA REPÚBLICA YA!

Se los ha utilizado hasta el hartazgo como tema de centenares de blandos artículos periodísticos destinados a turistas desprevenidos y semi-nuevos ricos ávidos de malgastar sus medianas ganancias; se los ha puesto como ejemplo a seguir para todo consumidor burgués que pretenda sin embargo no parecerlo; se los ha tenido para el cachetazo, parodiando despiadadamente sus pretensiones de simular una pequeña Europa, su esnobismo culinario-decorativo y su farándula “clase B”. Sin embargo, la subcultura de Palermo Hollywood y su fauna, los "yuppies del arte", pueden tener la llave para salir indemnes de la crisis energética que nos amenaza con sus promesas de cortes elécricos y deportación de nuestros productos congelados a freezers de parientes de otros barrios.

Mucho antes de que el actual gobierno lanzara su plan de premios y castigos, decenas de locales gastronómicos de la citada zona porteña atrapada entre un zoológico y un mercado de pulgas habían comenzado en silencio su propio plan de austeridad energética. Impulsada por el deseo de producir un ambiente intimista (y para volver borrosos los sobrecargados precios de sus menús), la iluminación a base de electricidad ha sido desde hace tiempo reemplazada por velones de distintos colores y tamaños. Si no fuera por la presunción (y es sólo eso, una presunción) de que deben contar con algún tipo de refrigeración moderna para la conservación de sus alimentos, hasta podría suponerse que no cuentan con instalación eléctrica alguna.

Por otra parte, tampoco es seguro suponer que luego de refaccionar el caserón abandonado que le ha tocado en suerte, el "dueño tipo" de local de Palermo Hollywood se haya molestado en llamar a Metrogas para pedir su correspondiente reconexión. Sea una tradicional parrilla, una pizzería dominada por un enorme horno de barro, o algún restaurante de comida mogola o inca cuya autenticidad requiera de leños de roble sobre una rejilla suspendida a dos metros del piso, el caso es que resulta complicado imaginar que el cocinero manipule una hornalla. Más bien lo imaginamos vestido con una túnica y encendiendo el fuego a través de un complicado ritual esotérico, o enfureciendo a los dioses de un pequeño volcán privado. Y si el fuego mismo de parrillas, hornos de barro o volcanes en miniatura no alcanza para calefaccionar el lugar, no es raro que cuenten con simpáticas salamandras de hierro adquiridas en el mencionado mercado de pulgas.

De todos modos estamos suponiendo que los alimentos que vamos a consumir requieren algún tipo de cocción: Allí están para desmentir esta suposición el omnipresente guacamole, la ensalada caprese, el tapeo de jamón serrano y queso de cabra, los arenques marinados y por supuesto el rey de la comida cruda: el sushi. Si todos clausuráramos ya mismo nuestras cocinas y el estado redistribuyera el ahorro resultante a toda la población bajo la célebre "supersopa" de Chiche Duhalde. Y tal vez Antonio de la Rúa sería convertido en una especie de santo popular.

¡Exijamos que se extienda el modus vivendi de Palermo Hollywood a todo el país! ¡Sólo los palermitanos están preparados para enseñarnos a vivir un estilo de vida cuasi-amish! ¿Agua corriente? ¿Para qué, si cada desborde del arroyo Maldonado acerca el agua a los vecinos con la eficacia de un elemental delivery boy? ¿Computadora? ¡La decoración retro y los mercados de pulgas son un yacimiento de donde recuperar las máquinas de escribir que creíamos desguazadas para siempre! ¡Ni hablar de sistemas sanitarios, cuando podemos recuperar para la sociedad esas bachas de hospital que algún genio creyó conveniente poner de moda bajo la forma de maceteros! ¡Y cada local de "diseño joven" (y los hay de a tres por cuadra), de ese que no le hace asco ni al telgopor ni a la hojalata ni a la gomaeva a la hora de construir desde un mueble a una bufanda, representa un stock invaluable de diversidad de material industrial! Cuando ahora paso delante de un negocio de pufs o un local de comida birmana, ya no veo oportunismo barato. Veo, camuflada bajo la forma de un falso pub irlandés con música tecno a la Cruz Roja que nos salvará de una catástrofe inminente.

P.D: El presente artículo no hubiera sido escrito sin el excelente aporte disparador de Christian A.:

“Hola, se me ocurrió consultarte sobre el tema de ahorro de energía propuesto por el Gobierno. ¿Te parece que una manera de economizar sería promover la idea de que los artistas graben sólo discos unplugged?”

(17 de mayo de 2004)

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