lunes, 21 de marzo de 2011

¡HACEN FALTA MÁS DECORADORES DE INTERIORES EN LA POLÍTICA!

Leemos en la historia de la antigüedad que cada vez que un tirano era depuesto, los monumentos, retratos y efigies que lo representaban corrían una suerte espantosa (a veces, peor que la del tirano mismo): las muchedumbres enfurecidas decapitaban estatuas de piedra, se lapidaban bustos, las monedas donde aparecía su rostro eran fundidas para hacer cañerías o monedas con la efigie del nuevo tirano.

Sin ir más lejos, no hace mucho, en Irak, el mundo vio cómo los iraquíes derribaban la estatua de Saddam Hussein. Si mal no recuerdo era una estatua bastante grande, caramba. Al empujarla deben haber sudado, gruÑido como bestias y al caer el ruido debió ser estridente. Sin hablar del polvo.

Aquí tenemos el Colegio Militar, en donde tardamos unos 20 aÑos en quitar los óleos de Videla y Bignone de una pared. Quiero que quede bien claro que estamos hablando de un par de cuadros. Y había que descolgarlos, no colgarlos, lo que requeriría mediciones, clavar un clavo, eventualmente hacer un agujero para un taco fischer… No, no. Lo podría hacer un orangután relativamente bien entrenado. Estamos hablando del nivel cero del bricolage.

Este es un apasionante entramado político donde se mezclan los derechos humanos y el diseño de interiores: Cualquier estudiante de primer año de decoración podría haberles avisado que es de mal gusto tener colgado en la pared el retrato de un dictador, genocida y ladrón de bebés. Incluso hasta habría sido preferible poner uno de esos tigres hiperrealistas que había en las escenografías de los programas de canal 9.

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