jueves, 24 de marzo de 2011

¡NOS ESTAMOS CONVIRTIENDO EN UN PUEBLO NEURÓTICO-OBSESIVO DE LA LIMPIEZA!

Inauguro con este post el arte de la polémica a pedido. El tema me ha sido sugerido por la Srta. Marcela K., aunque llevo mucho tiempo coincidiendo con ella sin saberlo.

Antaño (la vida es generosa: hace años espero la oportunidad de empezar una frase con la palabra "antaño") las alegres lavanderas se dirigían con sus cestos sobre la cabeza al cristalino arroyo, y lavaban la ropa a tracción a sangre, dispuestas a arrancar la mugre de la ropa armadas con la única tecnología de sus músculos. Lo más parecido a un pan de jabón con lo que contaban era la ríspida piedra contra la que se frotaba la indumentaria. Por supuesto, la ropa quedaba casi tan mugrienta como antes, y seguramente con varios milímetros menos de espesor, pero bastaba para considerarse una persona limpia.

Cientos de años después, un parásito social inofensivo no puede ver tranquilo la repetición de su reality show de premisa retorcida favorito sin sufrir extensas tandas publicitarias. Y por algún motivo las tandas están superpobladas de productos de limpieza. Puede ser limpieza de índole doméstico o limpieza de índole más personal; el caso es que algún Dios obsesivo compulsivo ha creado una pareja formada por un jabón blanco de lavar la ropa y una botella de lavandina y les ha ordenado: Creced y multiplicaos. Y sus engendros nos bombardean bajo la forma de shampúes, desodorantes, desodorante de ambientes, lavavajillas, aromatizadores, jabones para la ropa, cremas de enjuague, líquidos limpiapisos, jabones perfumados, lavandinas, limpiainodoros, shampúes para niños, leches hidratantes de coco, polvos pédicos, alcoholatos de brotano y líquidos de enjuague bucal. Cada uno de ellos está representado por cuatro o cinco marcas -una verdadera fiesta de la libertad de mercado- y contiene "propiedades especiales", representadas por la más sofisticada animación 3D en donde se ve que adentro de esos líquidos habitan unas bolitas dotadas de inteligencia, y relatadas en equipo por una estrella de la tele lo más insípida posible (nunca vemos a Silvia Suller o a la Hiena Barrios en este tipo de comerciales) y un pseudocientífico que trabaja en un laboratorio, tras el cual siempre hay gente de delantal sentada en unos escritorios de acrílico.

No estoy muy seguro de que el Conicet esté al tanto de las actividades de estos laboratorios de ficción, si sus métodos de trabajo serían aprobados en alguna universidad, o si la Secretaría de Ciencia y Técnica está pensando en regular su actividad. El caso es que me preocupa profundamente el funcionamiento sin control de esta serie de falsos laboratorios regenteados por actores sin futuro. Quién sabe qué clase de experimentos harán, o si respetarán las leyes de la bioética. Yo creo que no se puede dejar toda esa tecnología en manos de modelos publicitarios especializados en usar delantales blancos. ¡Es como jugar a ser Dios! ¡Espero que las autoridades tomen cartas en el asunto!

Pero, ¿qué pasa con la superpoblación de productos de limpieza? ¿Realmente necesitamos tanta higiene? ¿Debemos convertir nuestros hogares en el tridimensional piso de un MacDonalds higienizado cada cinco minutos? ¿Realmente a la gente le obsesiona tanto la guerra a los gérmenes para justificar esta oferta desproporcionada? Tampoco sé en qué momento -pero soy testigo de que esto no era así- los varones empezaron a utilizar crema de enjuague, y no estoy muy seguro de que sea correcto, pero esa es otra historia.

Esta presión mediática por convertirnos a todos en obsesivos de la limpieza tiene que tener un trasfondo más siniestro de lo que parece. Creo que si la intención es repeler la rebelión social, quienes manejan los hilos no podrían ser más maquiavélicos: efectivamente, la razón más contundente para negarse a participar en una revolución debe ser el rechazo a la mugre, con todo el polvo, piedritas y escombros que se levantan cuando se derriban las estatuas del Tirano y queda todo hecho un quilombo.

Aflojemos con la higiene: ¡Quien les habla no se lava los dientes desde hace un par de semanas y excepto algunas dificultades para mantener una comunicación fluida, lleva una vida normal, productiva y excitante!

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