lunes, 21 de marzo de 2011

¡TE PRESTO LA BIROME!

Bueno, no estoy solo. Parece que esta gente también tiene una lista de enemigos. No está mal. Por lo menos es una forma de organizar el quilombo de todos los días.

Tener una lista de enemigos no es algo tan siniestro como suena. La lista puede ser corta o larga, los enemigos pueden ser más peligrosos o más vulnerables, pero lo que decidamos hacer con ellos es lo que nos vuelve más o menos energúmenos. Pero el hecho de tener un lista no es negativo necesariamente, porque los enemigos siempre se pueden borrar (de la lista), ya sea porque no son más nuestros enemigos o porque la Fortuna ha decidido que no estén más obstaculizando nuestro camino. A veces incluso sirve para descargar tensiones. Cuando alguien me molesta, el solo hecho de tomar mi libretita de cuerina marrón y escribir su nombre en una prolija cursiva, calma mis deseos homicidas y sirve como velada amenaza (siempre que anoto un nuevo nombre me encargo de aclarárselo a su portador, sólo como información).

Claro que las reglas de la caballerosidad deportiva me obligan a aceptar que de vez en cuando algún desubicado me anote en su lista. No hay problema. Soy guapo. ¡Anotame, anotame! ¡Te dicto hasta mi segundo nombre! ¡Y si querés, te presto la birome!

Por último, una variante es la lista de amigos, de donde uno borra a quienes han sido injustos con uno. Pero no resulta tan poderosa: difícilmente alguna vez llegue a ser tan larga como la de enemigos.

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