martes, 22 de marzo de 2011

¡LEGALIZACIÓN DE LA INTRODUCCIÓN DE OBJETOS EXTRAÑOS EN LAS MÁQUINAS DE LOS COLECTIVOS YA!!!

Sí, lo confieso. Yo lo hice. Pero ustedes también. Todos ustedes. Los conozco. No hay uno que no lo haya hecho, o por lo menos intentado. ¡Sí, no levanten las cejas con fingida indignación de hombre probo! ¡Relajen los arcos superciliares y vuelvan esas cejas hipócritas a su posición primitiva de desconfianza permanente o potencial víctima de una estafa (según el tipo de cejas que tengan)!

Yo lo hice hoy, más exactamente. Tenía esta moneda de un peso absolutamente falsa ganada por esa lotería de la legalidad monetaria que son los vueltos en los supermercados y pretendí deshacerme de ella estafando a una línea "X" de colectivo. Antes de que suenen todas las alarmas y el brutal brazo del Sistema caiga sobre mí y me despoje de mi dignidad humana, quiero aclarar que el delito no se llevó a cabo ni hubiera podido llevarse a cabo nunca por la pobreza de los medios empleados (El Código Penal llama a esto "Inexistencia del Delito por Imbecilidad" o algo así): La moneda era de una factura espantosa; estaba más cerca de las ciencias de la ferretería que de la numismática. El color, la textura, hasta la forma componían el retrato de un falsificador imbécil y tacaño. Como no tenía prácticamente ninguna esperanza de iniciar con éxito mi carrera criminal, mi acto tuvo un color más bien deportivo. O de canchereada.

Pero, ¿cuántas veces monedas tan falsas como esas han logrado engaÑar a la máquina? Todos conocemos la verdad (y no quiero que se piense que YO lo haya logrado nunca, por favor!): En el cyberuniverso de las máquinas del colectivo, toda clase de cuasimonedas corren con naturalidad y bajo perfil gracias a la experimentación constante de cientos de pasajeros desleales. Así, la soviética y utilitaria expendedora de boletos se transforma en una chispeante tragamonedas de Las Vegas, que cada tanto entrega su jackpot bajo la forma de un boleto prácticamente gratuito, apenas canjeado por pedazo de lata.

¡Blanqueemos esta situación! ¡Convirtamos a las máquinas de colectivo en las Amsterdam de las monedas falsas! ¡No para perjudicar al gremio de transporte, sino para darle un poco de color a nuestros aburridos traslados, para adornar con la música del azar el acto de querer ir de un punto a otro de la ciudad! ¡Permítasenos ejercer la creatividad a través de monedas falsas, monedas de 1976, viejos cospeles de subte, fichas de videojuego, tapitas de botella, botones, pastillas D.R.F. y trozos de uña! ¡Esta sencilla decisión aumentará el poder adquisitivo medio, estimulará el consumo y reactivará la economía sin necesidad de emitir bonos ni inflacionarios billetes! A cambio, aceptaremos deportivamente cuando la máquina nos trague la moneda sin dar nada a cambio o cuando pícaramente nos niegue el cambio completo.

Es un primer paso. Luego, cuando logremos que los cajeros automáticos acepten los calendarios de las farmacias, sólo el cielo será el límite.

No hay comentarios:

Publicar un comentario