martes, 22 de marzo de 2011

¡POR LA IMPLEMENTACIóN DEL FIN DE SEMANA LARGO, PERO LARGO EN SERIO Y NO ESTA FARSA!

"Corto" y "largo" son nociones relativas y subjetivas. Para el amante, nada es tan corto como una noche de amor. Para el espectador de las series del canal Sony nada es tan largo como esos estúpidos videoclips de grupos inconsecuentes que ponen entre serie y serie.

En el mundo laboral, un mínimo de reflexión echa luz sobre lo arbitrario y tortuoso de las longitudes. La jornada de ocho horas es una locura. Ninguna actividad humana que lleve más de tres o cuatro horas puede llamarse "productiva". Yo no veo que nadie haga algo en sus trabajos: el bancario pasa jornadas enteras mirando su reflejo en el vidrio de la ventanilla y fantaseando con que se trata de su otro yo y que podría cobrar vida y matarlo. El periodista no tiene más que tipear en una máquina determinados eventos de la realidad, actividad que no requiere imaginación y que le permite pensar en cualquier otra cosa, como recordar en silencio escenas enteras de los Simpsons. Después de meter un pedazo de carne al horno con bronca, rallar tres o cuatro zanahorias y organizar temáticamente los imanes de la heladera, al chef no le queda nada que hacer en toda la noche que un testigo confiable pueda llamar "trabajo" (Yo, en cambio, siempre tengo mucho que hacer. Pero mi caso es una excepción, por supuesto).

Por otra parte, pensar que dos días a la semana nos alcanzan para recuperarnos del stress que nos produce esta inactividad forzada es monstruoso. Lo más triste es que estas cuarenta y ocho horas de angustia por el lunes que se aproxima son el fruto de una lucha de décadas por nuestros derechos laborales, y pareciera que debemos reconocer por siempre a los próceres que consiguieron esta espectacular conquista social.

En cuanto al concepto de "fin de semana largo" es directamente una broma de mal gusto. El agregado de un miserable día a los dos miserables días originales difícilmente se convierta en un "fin de semana largo", con toda la carga de obsequio inmerecido otorgado por nuestros amos que acompaña a la expresión.

No, no; Hablemos en serio. Llamaría "Fin de semana largo" a algo tal vez más corto que el período reglamentario de vacaciones -no propongo un viva la pepa- pero por supuesto más largo que lo que es ahora. Tampoco debería ser más largo que la semana en sí, porque estaríamos ante una paradoja espacio-temporal, pero el número de días a agregar no debería ser inferior ni igual a los dos días que componen el fin de semana, para evitar confusiones del tipo "cuál es el par de días de la semana y cuál el par de fin de semana". Concretamente, estoy hablando de tres días (¡Ni siquiera media semana!), que agregados a los dos días de fin de semana nos dan un rotundo y cabalístico cinco.

No he llegado a estos tres días de yapa por capricho. Leemos en los relatos de la antigüedad cómo los días de fiesta -ante las bodas del monarca o la ejecución pública del diabólico hechicero- solían componerse por tres días con sus noches, donde la gente se entregaba al solaz y la degeneración recreativa, para volver luego con energías renovadas y pía sumisión a deslomarse bajo la férula del Amo. Por supuesto, no existía el fin de semana, así que no estaban mucho mejor que nosotros, pero quiero creer que hemos avanzado en algo desde esas oscuras eras de peste, guerras y hombres vestidos con calzas apretadas.

A estos cinco días habría que agregar medio día más de "colchón", para no empezar la semana tan violentamente. Nuestros empleadores tienen que entender que es imposible que chequeemos nuestros mails con un mínimo de eficacia si no estamos del todo recuperados de la resaca o de ese infomercial que terminó a las cuatro de la mañana.
¡Basta de explotación! ¡No bajemos los brazos hasta conseguir un fin de semana largo de cinco días y medio! ¡Y si no es posible, entonces terminemos con la hipocresía y que se nos permita decirle "fin de semana mediano"!!!

No hay comentarios:

Publicar un comentario